sábado, 9 de agosto de 2008

Mi confrontación con la docencia

Por mucho tiempo, a raíz de las reformas educativas, de las décadas de los 60s y 70s, mi práctica docente la hice basada en los modelos en vigor de esa época, principalmente los tradicionales y de la tecnología educativa, o conductista. Por lo general en cada sexenio de gobierno federal la Secretaría de Educación Pública implementa propuestas de reformas educativas, aunque algunas de éstas no llegan a resolver la compleja problemática del sistema.
En esos paradigmas teóricos el maestro era quien poseía el conocimiento y los contenidos estaban diseñados por expertos. Recuerdo que la tecnología educativa incluía en sus materiales de estudio la educación “ programada” de manera lineal basada en las aportaciones de Skinner; y una evaluación disfrazada de “medición”.
Sin embargo se destaca que en el dicho modelo se consideraron como recursos didácticos de trabajo, las famosas dinámicas de grupo. Como una crítica y autocrítica, a las dinámicas, pronto se degeneraron y perdieron sus fines, ya que ahora el profesor llegaba al aula y se concretaba a repartir los capítulos y unidades a los equipos, mientras él se dedicaba a observar o hacer otras cosas. Es decir el aprendizaje era supérfluo.
He de rememorar que en esa etapa me tocó poner en práctica las dinámicas de grupo, con la autocrítica señalada. Posteriormente con las nuevas didácticas del constructivismo y pedagogía operatoria, me permitieron organizar el proceso de enseñanza-aprendizaje en otra forma, en la que no impartía el conocimiento como una receta, basada en objetivos conductuales, sino que se involucraba a los alumnos a que ellos, lo construyeran.
A partir de ahí mi función es el de facilitador, ayudador, de aclarar dudas, de orientación y guía en las tareas, lecturas, proyectos, ensayos y otras, con el fin de lograr los mínimos objetivos de los currículos y haciendo hincapié en las competencias.

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